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Mostrando entradas de agosto, 2024

Origen de los nombres

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 Origen de los nombres ¿Por qué nuestros nombres son apenas prácticos? Si pensamos en los orígenes de la civilización o, incluso, en las tribus o sociedades subdesarrolladas de la actualidad, ¿no es lógico suponer que vincularan los nombres con valores o realidades prácticas? «Pescador predilecto del jefe de la tribu del noroeste», «Encargado de avivar el fuego en las noches de invierno», «Atleta con el segundo salto más potente» serían nombres que describen una función o facultad de la persona. Si bien suenan tristes y aburridos, ofrecen la hipótesis de un uso primigenio simple y realista de los nombres propios. Esta reflexión ignorará cualquier demostración científica del verdadero principio de los nombres, pues discurrirá por la vía de la contingencia y la imaginación para comprender mejor esta cuestión.  Aunque los nombres actuales pueden proceder de un significado bíblico, cultural o político, nadie lo considera y, por tanto, cabe esperar que en el presente tienen otra in...

Iluminar los sentidos

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                                          Iluminar Como me indicaron, entré por la entrada impresionante y diminuta. Desaparecí en la oscuridad de la cueva tras abismar sus fauces. La luz de una lámpara, que protegía un único espacio, transfiguraba lo regular en dramático con su juego de sombras siniestras. Un anciano como un olivo sapiencial trajinaba su artesanía allí.  Fue su despiste o su hosquedad quien ignoró mi presencia. Por un instante, entre fríos fantasmas, temí ser una sombra. Anhelando que denunciara lo contrario, acudí al amparo de la luz. El suelo duro y sin calor posible no dudó en robármelo: caí en mi camino hacia la vida. Retomé mi designio sin confiar en la vista y sí en el tacto para no devolverme al solitario piso. Mis manos, imaginé, palparon multitudes apagadas que esperaban la luz para existir; mas usé la mía como remedio: libros árido...

Maquillaje y fragilidad

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Maquillaje y fragilidad Maquillar deriva de su uso acepciones como esconder, tapar, cubrir u ocultar. Ciertamente, todos estos adjetivos suenan peyorativos cuando se refieren a la intención porque consideramos el acto de disimular como una traición a nuestra conciencia: nos adulteran la realidad y la llenan de disfraces y capas sobre capas que no somos capaces de penetrar, sólo de persuadir. Quizás todos poseamos un instinto filosófico que se afana en la búsqueda de pequeñas verdades y, por eso, los maquillajes nos estorban. En un primer instante, su belleza fementida nos seduce al igual que un canto de sirena o un discurso político. Con el tiempo, la costumbre nos insensibiliza y empezamos a sentir desprecio por la fuente de mentiras.  ¿Es acaso el maquillaje una práctica deplorable? No es más que el acto de embellecerse y ganar confianza inmediata; sin embargo, si no somos capaces de aceptar lo que la capa de pintura ahoga, como si fuéramos polifacéticos, no distinguiremos nuestr...