Maquillaje y fragilidad Maquillar deriva de su uso acepciones como esconder, tapar, cubrir u ocultar. Ciertamente, todos estos adjetivos suenan peyorativos cuando se refieren a la intención porque consideramos el acto de disimular como una traición a nuestra conciencia: nos adulteran la realidad y la llenan de disfraces y capas sobre capas que no somos capaces de penetrar, sólo de persuadir. Quizás todos poseamos un instinto filosófico que se afana en la búsqueda de pequeñas verdades y, por eso, los maquillajes nos estorban. En un primer instante, su belleza fementida nos seduce al igual que un canto de sirena o un discurso político. Con el tiempo, la costumbre nos insensibiliza y empezamos a sentir desprecio por la fuente de mentiras. ¿Es acaso el maquillaje una práctica deplorable? No es más que el acto de embellecerse y ganar confianza inmediata; sin embargo, si no somos capaces de aceptar lo que la capa de pintura ahoga, como si fuéramos polifacéticos, no distinguiremos nuestr...
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